Arriba un espejo, y el reflejo de la tenaz hipocresía.
Bastaba levantar la mirada y ver como las filosas sabanas de hojalata se enroscaban en tus piernas de porcelana, las mismas que altaneramente me aprisionaban tornando pétrea mi estadía en ese áspero colchón de cuero oscuro, que a esa altura ya había escapado de aquel abrigo metálico.
Eran de porcelana!!, y fue lo primero que vino a revelarme ese universo de infinitos cambios que avanzaron de forma irrebatible entre los dos. Sin que nos diéramos cuenta, que lejos había quedado aquel verano de nuestro último encuentro, que hasta tu color me llevó. Ahora tus piernas son de porcelana...
Sin embargo la imagen del espejo es la tuya, hoy ya dueña de sueños inciertos.
Adamantinos serpenteos en tus brazos celadores, que sin proponérselo me envuelven y obligan a ser testigo de aquel espejo que todo lo simplifica en una imagen, la del triunfo de tu suave letargo sobre mi vigilia inclaudicable.
Me pregunto de quién serán todos estos campos, ¿No hay toros entre todas esas vacas que lo habitan?, la mayoría son de color negro y reposan sobre sus enclenques patas dobladas.
Me es difícil entender esta situación, estas a mi lado y te siento tan vulnerable con tu ligera y entrecortada respiración que perfuma con tu aliento el ámbito sudoroso, donde olores genuinos son vencedores de estrepitosas fragancias destiladas en aquel poco distante, primer abrazo del reencuentro.
El sol calienta el vidrio que seccionando la blanca luz en su completa gama de colores, provoca una resolana que da de lleno sobre mi rostro, calentando la desgajada piel a causa de las sales marinas.
El recorrido es interminable y el paisaje repetitivo hasta el hartazgo. Pequeños baches salvadores son las de lagunas improvistas de grandes o llamativas vidas que la habiten, quizás bebederos del ganado. Más adelante una osamenta putrefacta, y a lo lejos un par de juguetones cabritos.
Es increíble que el cansancio te halla ganado de tal manera que seas dueña de ese sueño placentero, que transforma esa vacilante respiración en pequeñas apneas hijas de una total seguridad, que a la vez aprisiona con mayor poder a mi inmovilizado brazo izquierdo, que empieza a experimentar un cosquilleo desdeñoso que elijo soportar sin ningún atisbo de abandonar mi posición que osaría con interrumpir la parsimonia con la que descansas. No pecaría de vanidad a decir que tu sueño es el fruto de saberte porfiada y protegida por mi sola presencia.
Pequeños ranchos con pintadas en colores patrios, hacen campaña por el concejal De Jesús, y algunos carteles de productos de consumo masivo, como aceite o alfajores, son los primeros anuncios de la cercanía con la providenciada civilización.
De fondo el repiqueteo de los hierros de la vías que pasan por la estación Villa del Parque, son el telón que brinda una profundidad mayor a este sosiego que habita en el cuarto. El tren que irrumpe en esos primeros instantes de claridad de la mañana para llevar a tantos a sus empleos, soslaya como nunca a ese ensordecedor y hasta irritante silencio, del que ni te das por aludida enredada en la trama de tus sueños, de los que me sé ajeno y jamás partícipe de ellos, más no sea de alguna forma alegórica o lunar.
Al otro lado el paisaje es menos atractivo que en el de mi costado, que ahora por unos cuantos metros deja ver a una enorme planta potabilizadora de agua, que anuncia con total orgullo estar atravesando al partido bonaerense de Quilmes, como puedo mirar en una enorme marquesina con los colores de la popular cervecería.
Cuando decido abandonar el reflejo del techo, para ver tus entrecerrados ojos pegados a mi mentón, atestiguo la forma en la que desatas una lucha para huir de ese ensueño, entregando pequeñas pistas que asoman a la superficie de la realidad, enunciando palabras poco coherentes, como ser “Cacerolas”, “Cuadernos”, "perdoname",“Perdoname!!”
Buenos aires una vez mas, y ya cuando se ingresa a la autopista, los sabores son tan comunes y conocidos como la certeza de las nulas novedades con las que me he topado unos 300 Kilómetros atrás.
Un brusco y eléctrico movimiento te trae nuevamente a la oscura mañana del cuarto en la que te esperaba firme, sin sortear jamás la postura con la que me habías obligado a permanecer durante un largo rato. Sin darte cuenta volví a ser el primero en recibirte de ese fantástico mundo al que decidiste viajar sin mi compañía, me sonreíste y te devolví la mirada con el gesto más inexpresivo posible para no tener culpa en alejarme de tu cuerpo y sentirme cómodo de una vez por todas.
Aliviado de las ataduras de tus brazos carcelarios y con esa efímera sensación de libertad, no me quedó más que bajarme del micro, ya había llegado.