martes, 13 de septiembre de 2011

Kafka

Que tal, yo se que no soy conocido, pero bueno... básicamente soy un mediocre.
Trato de subsistir haciendo lo que no me gusta, pero aprendiendo a ahogar la infelicidad propia del ser, con la capacidad del consumo, y aspirado a un LCD o forradas por el estilo, a modo de simple método de evasión mental.
La cuestión es que no es sencillo creérmelo, porque es un engaño muy básico el que busco hacerme. Por eso hoy llegué por vez número 137, a decir Basta!! no tiene sentido bancarme esto, váyanse todos a la concha de la lora!. Soy gentil y amable y domesticado con el uso del "buen día" en las mañanas, no es justo que una conchuda me forré, para hacerme sentir el rigor de ser quien me está pagando el sueldo. Tan mal te cogen? .
No me lo merezco. Educación y buenos modales, tanto es pedir? la puta madre!. Para colmo todo es tan despersonalizado, que hoy trate de mandar curriculums a cualquier lado, con tal de irme del laburo, y para todo es necesario llenar un puto perfil con mis datos, y leer como un imbécil los requerimientos especificados de oferentes que no entiendo que es lo que están pidiendo en resumidas cuentas, porque yo ni siquiera se que puedo brindar.
Estoy cansado de muchas cosas y se que estar escribiendo a esta hora me hace sentir que nada cambia. Que hace 150 mil años un cavernícola que pisaba un hueso enterrado se lastimaba la planta del pie, y volvía sangrando a su cueva para pintar boludeces en las paredes con su propia sangre.



miércoles, 7 de septiembre de 2011

No alarms and no surprises

Ella es como el gajito que arrancan de una planta que está por secarse, para ponerlo con agua dentro en un frasco vacío, de mermelada “La Campagnola”.
Ella crece arriba de la heladera, en una cocina con azulejos sucios de grasa.
Segura, ausente de los peligros que tendría vivir en un jardín. Ahora está lejos de las hormigas, las heladas de las mañanas, y las meadas de los perros.
Ahora ella vive, bebiéndose los 15 centímetros de sol, que entran por la ventana del mediodía.; y crece chiquita adentro del frasco, con los limites de vidrio, en el que resbalan sus raíces que apenas sienten cosquillas, al tratar de estirarse más de lo que pueden.
Está sola, y después de las 2 de la tarde, se esfuerza por alcanzar ese último pedacito de sol que se aleja, por detrás del almanaque, y la estampita de San Cayetano.
Sus hojas son chiquitas, pero verdes, color de la garantía de su crecimiento restringido.
Sin temores. Ahora ella vive.