Son las 00:28hs., el sueño no llega antes de las 2 de la mañana, para después dormir con suerte mis 5 horas diarias.
Hace un tiempo largo que me entretengo contando minutos, es lo mas parecido a acomodar en cajas la ropa que no voy a usar nunca.
Me entretengo buscando un orden en lo que no necesito. Al margen de mis 5 horas con suerte, para que mañana ya este arriba antes de que el despertador suene al costado de mi oreja izquierda, para así salir apurado a trabajar: desayuno, el clima, apenas un silencio y escupir el buche con dentífrico. Cerrar con llave la puerta, e ir sacando el auto al tiempo que me voy subiendo la bragueta del pantalón.
Quizás mañana pase Yanina, la vecina de la esquina mientras saco el coche del garage.
Imagino que los dos debemos ser muy distintos. Las veces que la veo temprano a esa hora que se repite, como se repiten las horas del almuerzo y la del sueño que no llega antes de las 2 hs. Ella pasa tranquila con su camisa blanca planchada desde anoche, camina hacia el centro de Ramos Mejía y va comiéndose un durazno sin pelar. La miro detrás del parabrisas, con mi aliento a café que me brota del estomago, y ella entretenida con su durazno, nunca se dio cuenta que con mi vencido disimulo, hago que no ando mirándola desde adentro, aunque no me salga del todo bien.